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Arenas y Michavila, mediadores entre Rajoy y Luis Bárcenas

Los ex ministros José María Michavila y Javier Arenas, juntos en 2003 en la presentación del libro ‘La sucesión’, de la periodista Magis Iglesias
El ex tesorero se jacta de la línea abierta a través del ex ministro de Justicia

Tras la aparición del dinero en Suiza, el ex jefe de gabinete de Arenas, Gómez de la Serna, ha asumido su papel

Los más conspicuos dirigentes del Partido Popular respiraron aliviados el 16 de enero a la hora de comer cuando las webs de los periódicos comenzaron a soltar un cebo informativo con la siguiente bomba en forma de titular: «Luis Bárcenas llegó a acumular 22 millones de euros en una cuenta en Suiza».

Desde aquel preciso instante se levantaba el velo y todas las presiones sobre el Ejecutivo y, más concretamente, sobre la Fiscalía General del Estado pasaban teóricamente a mejor vida.

Políticos bajo sospecha. Los sobresueldos del PP

Arenas, Michavila y De la Serna, intermediarios de Luis Bárcenas

Los tres han transmitido durante años los mensajes del ex tesorero a la cúpula del PP

Mariano Rajoy, que se esperaba la mala nueva porque se la había advertido semanas antes Cristóbal Montoro, se acordó aquella tarde tan gris en lo meteorológico como en lo orgánico de lo que a su vez el interfecto le había dejado caer un mes antes: «Presidente, la financiación de la casa puede estallar en cualquier momento».

Desde que estalló el caso Gürtel en febrero de 2009 todas las alarmas saltaron en el PP: el gran partido de centro-derecha se ha financiado históricamente como todas las formaciones políticas de este país desde que pasamos de la dictadura a la democracia. Con un modus operandi que vulnera flagrantemente la ética y la legalidad; dicho en cristiano, con el dinero B procedente del pago de comisiones a cambio de la adjudicación de obras y servicios públicos.

Lo hizo la UCD con las eléctricas vía Fernando Abril Martorell, repitió el PSOE con Filesa y con los grandes bancos y el PP no habría de ser la excepción que confirma la regla de unos partidos con estructuras elefantiásicas que son física y metafísicamente imposibles de sufragar con el dinero público. Por no hablar de los partidos nacionalistas y muy especialmente de Convergència i Unió, que ha batido todos los récords habidos y por haber en donaciones anónimas: 42 millones de euros en el periodo 1987-2007 frente a los 27 del PNV, los 25 del PP o los cinco del PSOE. Es decir, que una formación autonómica ha ingresado casi el doble que una de las dos principales organizaciones nacionales y ocho veces más que la otra. Tanto el fiscal general del Estado, Eduardo Torres-Dulce, como la vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, la secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, y el ministro de Justicia, Alberto Ruiz-Gallardón, experimentaron aquel tercer miércoles de enero una mezcla de temor y alivio.

El primero de los sentimientos tenía su razón de ser toda vez que Luis Bárcenas llevaba dos años y medio amenazando educadamente, si es que es posible amenazar educadamente, que o le buscaban un atajo que «parase el proceso» o se vería en la «inevitable necesidad de contarlo todo». Que no es poco teniendo en cuenta que permaneció 20 años como gerente y uno como tesorero. Lo que quería el hombre que se ha querellado contra el PP por acoso laboral, despido improcedente y robo es que la acción de la justicia contra él fuera puro teatro. Que se parase en un estadio procesal en el que fuera inviable jurídicamente una condena de cárcel a la que el interesado tiene auténtico pavor. «Como se está viendo, es maquiavélico, sí, muy maquiavélico, pero, aunque parezca mentira, es a la vez muy miedoso. Le horroriza sólo el hecho de pensar que pueda acabar entre rejas», relata uno de sus mejores amigos, uno de los pocos en los que aún confía.

Desde el 20 de noviembre de 2011, fecha en la que Mariano Rajoy consiguió el mejor resultado del centro-derecha en la historia de España, Luis Bárcenas se puso a exclamar cual letanía «¡Y qué hay de lo mío!» Él sabía mejor que nadie que su suerte estaba echada desde el momento en que fue imputado por el Juzgado de Instrucción 5 de la Audiencia Nacional en el caso Gürtel. Obvia e igualmente era consciente de que poseía varias cuentas en paraísos fiscales. Y no sólo él, porque algún señor Y y algún señor Z que otro compartieron destinos financieros con él en tierras lejanas.

Su interlocutor fue desde el minuto uno Javier Arenas, el personaje más querido en Génova, 13 por su capacidad para la seducción, sus buenas maneras y por esa inteligencia emocional en la que impartiría un máster al mismísimo Daniel Goleman. El ex ministro de Trabajo pasó cuatro años, de 1999 a 2003, trabajando codo con codo con Bárcenas. El gaditano, como secretario general en la etapa dorada del aznarismo, y el onubense como tesorero de facto dada la elevada edad, 75 años entonces, 86 ahora, del tesorero de iure, Álvaro de Lapuerta.

Arenas es quien ha canalizado en 2011 y 2012 los nada indisimulados mensajes de Luis Bárcenas y quien los ha transmitido a la séptima planta, donde plantaban sus reales su amigo Mariano Rajoy y su entonces aliada y hoy enemiga María Dolores de Cospedal. En el ajo también estaba el hoy embajador de España en Reino Unido, Federico Trillo-Figueroa, letrado del Consejo de Estado y miembro del Cuerpo Jurídico de la Armada, que durante mucho tiempo supervisó la defensa jurídica de los populares implicados en Gürtel.

Arenas se fajó durante meses y meses escuchando lo que decía el uno y transmitiéndoselo a los otros y volviendo a oír lo que soltaban los otros y yendo con el cuento al uno. Una tarea de la que abjuró horas después de que saltase a la luz el escándalo de las cuentas suizas de Bárcenas; exactamente, aquel viernes 18 de enero en que EL MUNDO destapó la caja de los truenos de los sobresueldos. El democristiano andaluz quedó quemado. Ya no era el hombre adecuado para ejercer de intermediario entre el hombre que lo sabía todo y los hombres y mujeres que saben que lo sabe todo.

Es aquí donde entra en acción José María Michavila, otro letrado del Consejo de Estado que goza de la confianza absoluta del presidente. El antaño secretario de Estado de Relaciones con las Cortes y luego ministro de Justicia es amigo de los dos abogados del ex tesorero del PP: el catedrático Miguel Bajo y Alfonso Trallero. La mujer de este último trabaja en el bufete que comparten Michavila y Ángel Acebes.

Bárcenas, entre cuyas virtudes no figura precisamente la de la discreción, ha hecho gala ante sus íntimos hace escasos días de mantener contacto permanente con el presidente a través de un enlace: «Michavila». El ex notario mayor del Reino mantiene viva la llama de Bárcenas con un PP que durante más de 30 años fue su casa.

El otro correo del zar es Pedro Gómez de la Serna, diputado por Segovia, técnico de la administración civil, antigua mano derecha de Jaime Mayor Oreja en Interior y ex jefe de gabinete de Arenas en la Vicepresidencia del Gobierno. Este cunero es, al parecer, otro de los encargados de hablar con el kamikaze que amenaza con llevarse por delante a toda una generación de políticos. Hay quien va más allá, incluso, y asegura que ha trasladado a L. B. varios mensajes de María Dolores de Cospedal.

El sinvivir en Génova 13 es tal que se ha llegado a especular con la posibilidad de que tire de la manta alguno de los prohombres populares que estaba en esa rueda de los sobresueldos en la que existían tres niveles: 15.000, 10.000 y 5.000 euros mensuales en negro. «Todo podría enredarse aún más, muchísimo más, si se confirma que alguno de los ministros de José María Aznar pasó por caja. En este caso, estaríamos hablando de una vulneración de la Ley de Incompatibilidades que prohíbe a los miembros del Gobierno cualquier tipo de percepción ajena a su sueldo oficial. Para todos los demás, los sobresueldos están fiscalmente prescritos y, en todo caso, habrían constituido un problema administrativo», apunta un mandamás del PP.

Del miedo se pasa sin solución de continuidad al pánico cuando se mencionan dos nombres. Los de dos asturianos de pro: Rodrigo Rato y Francisco Álvarez-Cascos. En el entorno de Mariano Rajoy se teme que cualquiera de los dos se eche al monte confirmando unas prácticas, las de los sobresueldos en B, que eran un secreto a voces en las más altas instancias del edificio que hace de chaflán en la confluencia de las calles de Génova y Zurbano. «Paco Cascos no nos puede ni ver por razones obvias y Rodrigo está que trina porque el caso Bankia avanza imparable contra él en la Audiencia Nacional», comenta una persona muy próxima al presidente del Gobierno.

Al actual jefe de Foro Asturias le llegaron estos dimes y diretes y no tardó en aplacarlos hace pocos días por presidente autonómico interpuesto. Vía correo electrónico, aclaró a su íntimo Alberto Núñez Feijóo que «jamás» actuaría contra la que durante 30 años fue su casa. «Yo no estoy loco», comentó al presidente de la Xunta, «y nunca haría algo semejante, ¡cómo voy a ir contra la que fue mi gente!». Lo que sí dejó meridianamente claro al sucesor del sucesor de Manuel Fraga es que no renunciará «bajo ningún concepto» a defender su «buen nombre» y su «inocencia», tanto en el asunto de los sobresueldos como en la financiación del PP.

Como quiera que los secretarios de área y otros apparatchik debían estampar su firma tras recoger el sobre de rigor en el despacho de L. B. en la cuarta planta, el terror recorre estos días algunos de los rincones más cualificados de Génova, 13 ante la eventualidad de que salte a la luz algún recibí. Que haberlos, haylos; que tenerlos, los tiene Luis Bárcenas. «Este tío lo apuntaba todo. Te dejaba 20 euros y dejaba constancia de ello. Era un enfermo de las anotaciones », echa la vista atrás un veterano popular que trabajó codo con codo con él. Los del primer y el segundo escalón salarial, secretarios generales y vicesecretarios, están relativamente tranquilos porque ellos estaban exentos de retratarse grafológicamente.

Hay quienes, incluso, han trasladado en persona al inquilino de La Moncloa estos tres posibles escenarios: que haya ex ministros que transgredieron la Ley de Incompatibilidades al cobrar siendo miembros del Gobierno de Aznar, que salte a la luz algún recibí o que bien Rodrigo Rato, bien Francisco Álvarez-Cascos, bien los dos, hablen más de la cuenta. El sucesor de Rodríguez Zapatero optó por fumarse metafóricamente –o no– un puro cuando le fueron con esta hipótesis de trabajo. «Yo estoy muy tranquilo, tranquilísimo más bien, que hagan lo que quieran porque mi actuación antes y ahora ha sido impecable desde el punto de vista ético y legal. Esto no tiene más recorrido y no se va a poder probar nada porque no hay nada », replicó el santiagués sin pestañear. A él, que siempre ha pasado por ser un hombre honrado, que le registren. Ni siquiera le cambia un milímetro el rictus cuando le cuentan que el hombre del saco en que se ha convertido su ex tesorero va por ahí exclamando, chulesco él: «Yo por lo menos me pago mis trajes, no como Mariano».

Rajoy olvida que, horas después de destaparse la existencia de la cuenta suiza de Bárcenas, preguntó al fiscal general del Estado, como quien no quiere la cosa y a través de un amigo común, si en el horizonte penal se contemplaba la posibilidad del ingreso en prisión del alpinista que hacía las labores de gerente mientras él ejercía de secretario general en el tardoaznarismo. Eduardo Torres-Dulce dio la negativa por respuesta. Una negativa, eso sí, parcial y temporal: «De momento, no».

También hay quienes dentro del PP sostienen una un tanto calenturienta por la imaginativa teoría. Que los viejos del PP y el ex tesorero están representando una farsa con denuncias mutuas para que la opinión pública se crea que están a matar, dar el pego y, de paso, dejar a los pies de los caballos a María Dolores de Cospedal, la abogada del Estado que casi en solitario puso orden en las cuentas de Génova, 13 apartando al personaje que gestionaba la financiación orgánica como si fuera el jefe de un casino que todas las noches sisa algo de la caja.

Y, mientras tanto, para Luis Bárcenas la vida sigue igual. Se pasea por las mejores y más caras tiendas de la milla de oro madrileña, sólo o en compañía de Rosalía Iglesias –antaño su secretaria y la de Jorge Verstrynge, hoy su mujer–, y pagando en metálico porque lo de las tarjetas de crédito no va con él. Y siempre transportado en un Citroën negro con cristales tintados alquilado en la localidad madrileña de Collado Mediano que conduce otro viejo conocido del partido, Sergio Ríos, antaño conductor de Francisco Granados y de la ex consejera de Madrid Regina Plañiol. Entre viaje y viaje a las estaciones de esquí más caras del mundo, repetirá su cantinela preferida de un mes y medio a esta parte: «Nosotros no vamos a dejar de hacer nuestra vida por esto. ¿Por qué no vamos a ir a Baqueira? ¿Porque lo digan estos periodistas de mierda?».

Eduardo Inda, Esteban Urreiztieta, El Mundo