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Irma Blanco (Corrala Utopía): "Cada vez más gente se plantea que los Derechos Humanos van antes que los de los banqueros"

Trabajadora social en paro de 35 años, su caso ha sido utilizado por el PP y la derecha mediática para tratar de desprestigiar a los integrantes de la corrala. Su condición de miembro de IU, así como un contrato de trabajo de seis meses después de tres años en desempleo le colocaron en el punto de mira hasta llegar a renunciar al realojo

Irma Blanco, trabajadora social en paro y que residía con su madre hasta el momento de ocupar la corrala, se convirtió en el gran objetivo de la derecha mediática. Haber logrado un contrato de seis meses en el Ayuntamiento de Villaverde, gobernado por IU, formación de la que es militante, ha sido el argumento utilizado para intentar cuestionar la motivación de la ocupación. Así que Blanco, que reconoce que ni se ha leído los artículos en su contra, terminó por renunciar a su realojo para no poner en cuestión los logros de sus compañeros. Además, advierte que esta es una movilización colectiva y que la «corrala Utopía» no desaparece, sino que «muta», por lo que prevé nuevas iniciativas.

- ¿En qué momento les sorpendió el desalojo? ¿Esperaban que la delegación del Gobierno pudiese enviar a la Policía para que abandonasen la corrala?

- El desalojo nos pilló completamente por sorpresa. Es cierto que la orden estaba dada desde febrero pero todo el mundo, también la delegación del Gobierno, sabía que se estaba en un proceso de negociación y que solo quedaba rematar los últimos flecos. De hecho, salíamos de casa tan frescos.

- Entonces, ¿por qué cree que hubo tanta urgencia a la hora de evacuar?

- Clarísimamente, no podían tolerar que la corrala tuviera éxito. Estábamos diciendo muchas verdades a la cara y reivindicando el derecho a la vivienda universal... Están acostumbrados a no permitir este derecho y con este desalojo lo han intentado otra vez más. Tampoco se puede obviar que, recientemente, la Junta había sancionado a la banca. La realidad es que lo han montado con ganas, porque no había ningún motivo.

- ¿Cuál cree que es el gran éxito de la «corrala Utopía»?

- A nivel emocional ha sido una experiencia muy importante. No había nada más humano, nada más a flor de piel. Pusimos nuestros cuerpos e intentamos plantar cara a los que nos niegan derechos básicos como el de la vivienda. Le pusimos voz y rostro y hemos llegado a generar espeanza, el sí se puede. Estamos en un momento de desidia política en el que, en muchas ocasiones, no tenemos dónde agarrarnos. Y con esto se ha generado mucha esperanza. Como aspecto político, también hay un antes y un después. Con nuestra estrategia ponemos un grano de arena dentro del debate y, creo, hemos ayudado a ganar posiciones frente la sacrosanta propiedad privada. Además, tampoco podemos olvidar cómo han ido cambiando los discursos. En el fondo, la clave está en que no es posible que haya viviendas sin habitar. Además, cada vez más gente se plantea que los derechos humanos son antes que los de los banqueros. La movilización también ha servido para que se sepa qué parque de vivienda pública existe, que se conozca cuáles son los datos reales. Y estos deberían de avergonzar a cualquiera. Además, después de nuestra experiencia se han creado un montón de corralas más en Andalucía y también en otros puntos del Estado. Es un movimiento que se va generando.

- La propuesta de realojo también ha generado críticas. Les acusan de no estar en situación de exclusión y contra usted se ha desatado una dura campaña.

- Todo lo que se ha desatado contra nosotros se basa en un «divide y vencerás, que nos estamos colando». En Sevilla hay más de 500 viviendas que no se están utilizando. Nosotros desde el principio lo tenemos claro: es un ataque. Porque, además, hemos hablado muy clarito: la idea no es vivienda para nosotros. Esta es una lucha colectiva, por eso hicimos pública la ocupación. Llevamos dos años hablando con los hechos. En mi caso... no es la primera vez. Me lo podía imaginar, no es la primera vez. Estamos más de 100 personas y solo yo soy de IU. Se trata de un intento de desprestigiar, acusándome del delito mortal de tener un curro de seis meses. Estoy bien tranquila. Luchamos contra el capital.

- La "Corrala Utopía" no será más un piso vacío.

Movilización por la Vivienda en Andalucía

La «corrala Utopía», en Sevilla, es algo más que una iniciativa local para hacer frente al problema de la vivienda. Su desalojo llegó a poner en cuestión el pacto de gobierno entre PSOE e IU. También ha revalorizado la movilización como receta ante la falta de techo

Un puerta tapiada y un muro pintado de gris, donde las pancartas que antes reclamaban vivienda digna han desaparecido de las ventanas nuevamente cerradas a cal y canto. Estos son los restos que quedan de la «corrala Utopía», los pisos ocupados en los números 2, 4 y 6 de la avenida Juventudes Musicales de Sevilla, que en los últimos dos años acogieron a una veintena de familias. Ante la disyutiva entre patada en la puerta o dormir en la calle, estas optaron por desobedecer y hacer suyo un espacio que en los papeles pertenecía a Ibercaja y en la práctica permanecía ofensivamente vacío. Resulta sintomático que, tras el desalojo, una de las principales preocupaciones haya sido borrar la huella de dos años de experiencia. Como si tachando los eslóganes se eliminase también el recuerdo colectivo de un espacio que ha supuesto más que una alternativa a la falta de techo. Por una parte, la corrala ha simbolizado el «sí se puede» que se corea en las protestas de la Plataforma de Afectados por las Hipotecas. Por otra, ha supuesto un terremoto político, llegando a generar dudas sobre el gobierno de coalición en Andalucía, que comparten PSOE e IU. Es paradójico que un pacto que no se agrietó ante la sospecha de la corrupción, que llegó a salpicar incluso al entonces presidente, José Antonio Griñán, haya temblado ahora por un gesto, el de ofrecer el realojo, que atendía a la movilización social. Aunque Susana Díaz, heredera del todopoderoso presidente del PSOE, ya dejó clara su posición cuando afirmó que «si a quien levanta más la voz le damos lo que pide, se inicia un camino peligroso».

Manoli tiene 65 años y trabajó como limpiadora hasta que se quedó en la calle. Lo intentó todo para pagar su hipoteca pero, como les ha ocurrido a miles de ciudadanos en el Estado español, los números rojos terminaron por hacerle perder el techo y acumular deuda. Ahora cobra apenas 426 años, un subsidio que no le da ni para pagar un alquiler. Así que decidió pelear. «Hay vivienda vacía. Somos personas y tenemos derechos. No estoy pidiendo gratis, sino un arrendamiento que pueda pagar», explicaba al justificar su decisión de dar una patada en la puerta e instalarse en estos pisos de reciente construcción que nadie utilizaba. Tras el desalojo, confía en poder ser reubicada, tal y como defendió la consejería de Fomento, en manos de IU. Mientras tanto, la vivienda que había convertido en su hogar durante los últimos dos años permanece vacía y sin perspectivas de que nadie la utilice. Esta es una de las sangrantes problemáticas que la corrala ha puesto sobre la mesa: la existencia de miles de apartamentos sin inquilino que nunca serán utilizados por familias que se han quedado sin techo o que no pueden pagarse uno.

Eso era exactamente lo que ocurría con los pisos de la avenida Juventudes Musicales que luego se convertirían en corrala. Dos años antes de la ocupación, en 2010, la constructora que los puso en marcha quebró. Y ahí se quedaron. Sin nadie. Así que, tras comprobar que lo único que acumulaban era polvo, un grupo de personas se organizó para acceder al interior. Al contrario de lo que ocurre con otras ocupaciones para uso de vivienda en las que la discrección es un valor para mantener el piso, los vecinos optaron por la reivindicación pública: solucionaban su problema concreto, sí, pero también ubicaban el debate social en términos colectivos y se convertían en un símbolo para otros.

- Desalojo por sorpresa.

El desalojo llegó cuando menos se esperaba. En principio, diversas instituciones mediaban para lograr una solución que evitase la llegada de la Policía. Sin embargo, aprovechando la cercanía de la Semana Santa, la delegación del Gobierno español mandó a los antidisturbios, expulsó a las 30 personas que en aquel momento se encontraban en el edificio y lanzó el mensaje de que no se permitiría normalizar este tipo de iniciativas. Porque una de las virtudes de la «corrala Utopía» ha sido el de no quedar como una isla. El modelo se ha exportado, tanto a otros puntos de Andalucía como del Estado. Sin ir más lejos, hace dos semanas tres edificios del barrio de Vallecas, en Madrid, eran «recuperados» como vivienda. Es cierto que, de este modo, los afectados asumen responsabilidades que, al menos en la teoría, deberían de corresponder a la administración. Tampoco se puede obviar el hecho de que iniciativas de estas características han logrado abrir grietas en un sistema que ha convertido la regulación hipotecaria en uno de los grandes diques con los que se protege el sistema económico. Un ejemplo: la ley antidesahucios andaluza (como la de Nafarroa), lo más lejos que ha sido capaz de llegar el PSOE, está recurrida ante el TC. Y este se ha escudado en sus «efectos financieros» para suspenderla.

Mantener la corrala durante dos años solo se explica con la movilización. Lograr que los afectados sean realojados incide en la misma línea, a la espera de lo que se concrete en una reunión que tendrá lugar esta misma semana. En este punto, no es casualidad que la Junta, en manos del PSOE, se aliase con las tesis de quienes pretendían evitar el denominado «efecto llamada». Por eso Susana Díaz lanzó un pulso a IU que terminó perdiendo, ya que le retiró las competencias de Vivienda para después reinstaurárselas ante la amenaza de romper el Ejecutivo. No obstante, la presidenta todavía podría aliarse con el Ayuntamiento de Sevilla, en manos del PP, para poner en cuestión el riesgo de exclusión social de los vecinos y evitar así la entrega de llaves. Ellos saben que seguirán protestando. Y el mejor ejemplo de que el problema está irresuelto son esos pisos, nuevamente vacíos, que durante dos años fueron «casa».

(Alberto Pradilla, Gara)